Capítulo 2


La historia de la hija de la noche



Una palabra había desatado un estado completo de quietud. En aquella habitación pequeña y mal iluminada el silencio era tan sólo cortado por la respiración de un hombre, y pocos metros a su derecha, por la de un joven que miraba la escena entre asustado e impaciente. Ambos hombres esperaban algo distinto en la respuesta, y Vampyra, que había permanecido con la mirada fija en José Luis, simplemente esperaba poder hacerle justicia a su pasado. Nadie jamás se lo había preguntado, y ella misma había anulado varias partes de él por miedo al dolor que le ocasionaban. Tan sólo alguna vez, los seres oscuros le habían obligado a recordar, y entonces el dolor de su muerte era el primero en aparecer, la realidad, tan distinta al mundo en el que había existido desde entonces, era sangrienta e insoportable. Los seres oscuros buscaban que la venganza surgiera de aquel dolor, pero Vampyra ya se había vengado lo suficiente, y no tenía razones para dañar.

Trató de ordenar sus ideas, y al hacerlo descubrió que quería decirlo. Más que ninguna cosa en el mundo, ella deseaba decir quién era. No recordaba aquel sentimiento de vanidad en su personalidad humana, así que supuso que era otra parte de su ser vampírico que había forzado a acallarse, hasta que en ese momento tuvo la oportunidad de dejarse ver.

Vampyra sonrió, y como siempre que lo hacía, los dos hombres temblaron inconscientemente, algo que por alguna razón le divertía muchísimo. Decidió comenzar por el principio, simplemente porque era la parte de su vida que más deseaba recobrar, la única en la que había sido realmente feliz. Sin embargo decidió que dejaría algunas cosas de lado, su nombre real, por ejemplo, no era importante. Miró hacia dónde Daniel la observaba y notó que la sangre le subía por las mejillas, el chico bajó su mirada, sintiéndose amenazado, y ella se preguntó por qué dejaba que aquello ocurriera.

José Luis no parecía tan contento, había notado algo imprescindible, que temía que fuera reforzado por lo que escucharía a continuación. Y no era todo, si lo que escuchaba era lo que él creía que escucharía, entonces no tendría razones para estar allí, por más que sus sentimientos le pidieran venganza. La miró una vez más, en un tímido aliento, deseaba escucharla ya…deseaba saber la verdad.

Pero Vampyra no lo complació tan rápido, estaba aún estancada entre su deseo de hablar y la conveniencia de hacerlo. Sabía que José Luis no obtendría nada de su relato, pero aún así, cada vez más sentía la necesidad de ocultar parte de su historia. No eran recuerdos especialmente esenciales, no al menos en la búsqueda que aquel hombre había emprendido, sino más bien dolorosos o culpables que no deseaba tener que poner en palabras. Sí, aún los vampiros tienen puertas que no deben ser abiertas, dentro de aquello que los humanos llaman corazón; y si es que Vampyra poseía tal cosa, dentro de él se desataba el tornado de desilusiones y heridas que había sido desde un principio su vida. No había buena forma de relatar aquello, por lo que simplemente dejó que la tormenta saliera, y así su voz resonó en la habitación mal iluminada, por primera vez en media hora.

Los hombres debieron adaptar su oído para comprender sus palabras, esta vez sonaba distinta, nada parecido a lo que esperaban, no era aquel canto suave y angelical que siempre salía de su garganta, sino, pata su sorpresa, algo humano, muy humano, como si para recordar su vida mortal necesitase recobrarla un poco.

Comenzó con su nacimiento, dejando su nombre de lado, pues lo consideraba innecesario, y aunque no era todo lo que deseaban, aquello era información valiosa para los dos hombres, ella lo sabía, pero a pesar de conocer su riesgo comenzó allí, porque sólo allí las cosas tenían sentido que empezaran. La fecha era siete de setiembre de 1868, un año peculiar, de independencia entrecomillada marcada de violentos y continuos intentos de marcar el poder para un lado u otro. Esto sería causa de la primera pérdida de Vampyra.

De pequeña había vivido en una estancia afuera de Montevideo con ambos padres. Su madre, considerablemente menor que su padre, era uruguaya de nacimiento y apenas una adolescente, en la edad en la que en la actualidad al mundo le encanta presumir que están todos los ladrones. Su padre era relativamente viejo, aunque para aquella época ya era viejo del todo, y era español, pero eso no le evitaba apoyar plenamente la independencia de los pueblos, de hecho, le era conveniente. Pero aquel impulso, tanto extraño como noble, sería quizás el que le llevaría a morir cuando Vampyra era aún un infante. La vampira, dotada de una gran capacidad de camuflaje, contó la muerte como algo sin valor, pero tanto José Luis como Daniel fueron capaces de leer la mentira, que con traición inusual se dibujaba en su cara. En sus ojos el dolor era visible, a pesar de que intentaba taparlo bajo un halo de terror. Su padre había significado mucho para ella, era el único que se preocupaba por su existencia, el que le había enseñado a leer aún cuando entonces la lectura no era necesariamente cuestión de mujeres, el que la cuidaba si enfermaba, y le iba a saludar cada noche antes de dormir. De él y tan sólo de él tenía recuerdos dulces, y sus melodías envueltas en su entonación extranjera traicionaron su semblante por mucho tiempo, cada vez que se avecinaba el día en que lo vio por última vez. Él era su infancia, después de que partiera sólo había habido incertidumbre y oscuridad, después de él Vampyra se había convertido en adolescente y adulto en un tiempo récord. Su madre, por el contrario, rara vez le había dirigido la palabra, salvo para darle órdenes; y cada vez que Vampyra la mencionaba sus ojos se cubrían de algo muy diferente al dolor, algo que quizás era lástima o tal vez indiferencia. Pero la vampira prefirió no ahondar en las penas al hacer su relato, simplemente lo lanzó, como quien se deshace de algo.

-Trajeron su cuerpo un catorce de febrero –su voz sonaba como sus ojos traicionaban, turbada entre la mentira y el dolor que intentaba cubrir con ella- Lo recuerdo muy bien porque él nos había avisado, a mi madre y a mi, que llegaría ese día, justo a tiempo para celebrar el vigésimo primer cumpleaños de mi madre. Yo jugaba afuera, no era raro, casi siempre estaba afuera ya que a mi madre le molestaba mi presencia, aún si estaba en una habitación diferente a la de ella. Recuerdo que tenía un perro –se detuvo, los hombres la esperaron, entendían que aquello era algo que no había traído a su mente en quizá más de cien años, y tal vez, aún para un vampiro, era complicado atraer detalles- Sí, cierto, Lucas, así se llamaba, era un buen perro… –sonrió con…¿ternura?, José Luis hizo una mueca de disgusto- nunca, jamás, se despegaba de mí, y aquel día estábamos corriéndonos el uno al otro, yo le tocaba la cola y él me perseguía, él me empujaba con el hocico y yo lo perseguía…era divertido, sí… creo que lo era, reía mucho con Lucas. Pero en cierto instante yo lo tomé de la cola y él ya no se movió, se había quedado mirando hacia el horizonte. Entonces yo también miré hacia dónde señalaba, y los vi. Eran un conjunto de hombres que marchaban cargando algo hacia mi casa. Sus expresiones y su paso eran tan fúnebres que no necesité nada más para saberlo. Siempre fui intuitiva, y bastante más lógica que el resto de los seres de mi edad, algo que ahora se vuelve inútil de todas formas…no hay gente de mi edad –aclaró con una mueca irónica- Corrí adentro y llamé a mi madre a los gritos, estaba asustada y lloraba mucho, no me importaba que mi madre me retara por haberla molestado a la hora de su baño, quería que alguien, algún adulto, me dijera que lo que yo veía no era cierto. Lo necesitaba –aclaró, y su voz por un segundo se tronó distinta, pero pese a que hablaba del dolor en ningún momento salvo aquel su postura de insensibilidad había cambiado, (acaso se volvía más tranquila)- Afuera Lucas había comenzado a aullar. Recuerdo que grité mucho, pero mi madre no vino a mi encuentro, entonces salí, sin detener mi llanto, y me encontré con el cuerpo de mi padre envuelto en una sábana que en sus inicios había querido ser blanca. Uno de los hombres que lo había cargado se me acercó y acarició mi mejilla, asumo, para consolarme. Mi madre salió poco después y comenzó a gritar y a gritarme de forma desaforada, hasta que finalmente se desmayó. El resto del día fue confuso para mi, estaba turbada, dolida, confundida, y los vecinos no paraban de llegar y decirme cosas que para mi no tenían sentido, usaban palabras que tantas veces le habían repetido a otros que ya se hallaban vacías de contenido. Sentí que me llevaban de un lado a otro, pero mi mente seguía fija en mi padre, y los alaridos de Lucas resonaban constantemente recordándome que debía sufrir. El auxilio entonces llegó tarde, los doctores escaseaban y uno debía conformarse con aquellos que sabían algo de medicina enseñado por otros pocos que habían podido viajar a Europa o que provenían de allí. A mi madre la atendió entonces el único pseudo-doctor disponible, un señor viejo de aspecto pulcro que no aparentaba saber demasiado pero se aseguraba de que todos lo respetaran como si fuese un semi-dios. Recuerdo mientras él la atendía, las vecinas me mantenían abrazada fuertemente junto a mi madre, como si creyesen que yo debiera sentir algo por la inconsciencia que padecía. No había cosa que odiara más en aquel momento que estar allí esperando a que mi madre despertara, preferiría haber estado afuera, con los hombres, enterrando a mi padre…despidiéndome –alargó entonces, como en un largo suspiro que hiciera tiempo que esperaba salir- Mi madre no iba a consolarme de nada, lo sabía, y quería ser capaz de curarme sola. Por eso juntaba fuerzas, mirando a través de la ventana el hermoso día que fatal se extendía sobre nosotros. Pero era muy pequeña, y aún tenía la triste esperanza de que los adultos cambiaran y se comportaran de forma impredecible. Una esperanza pobre, insulsa, y a la que me aferraba como una fiera a su presa, mientras cada tanto le enviaba miradas a mi madre, que aún no despertaba. Por supuesto no sucedió nada que me sorprendiera. En cuanto se despertó, mi madre acaparó toda la atención. Era viuda, era joven y era su cumpleaños, una terrible y total tragedia en comparación a la de una niña de cinco años sin padre. Me quedé sola, en un rincón, por fin capaz de pensar en paz, sin que nadie quisiera dirigir mi mente, allí al menos podía ser libre. Mi madre jamás preguntó por mi, nada que sorprendiera a nadie, ya que todos habían olvidado mi presencia. Así que salí y al hacerlo encontré a Lucas tirado en la puerta, y me recosté sobre él. De esa forma me quedé dormida, entre lágrimas, preguntándome por qué estaba ocurriendo aquello –dijo casi en un punto final.

-Lo siento –susurró Daniel sin desearlo, y Vampyra de inmediato posó sus ojos en él.

Daniel lloraba, inmerso en un dolor extranjero cuya propia dueña era incapaz de sentir. Vampyra no supo como reaccionar al principio, eso era extraño en ella, y le llamó la atención a José Luis, que casi parecía al borde de la desesperación. Su teoría se cumplía.

-No lo sientas… -se escuchó entonces que la vampira pronunció, esta vez con su voz, recuperando todos sus atributos vampíricos- Ya ha pasado demasiado tiempo desde entonces, y pese a que fue quizás mi mayor pérdida, no fue por lejos mi peor dolor.

-¿En serio? –inquirió entonces José Luis, alzando una ceja en señal de interés.

Vampyra se enderezó y miró hacia él. Su mirada no denotaba absolutamente nada, pero por alguna razón se demoraba en contestarle. El hombre no bajó la mirada en ningún momento, pero su capacidad de fingir que no estaba siendo intimidado era bastante mala. Daniel se movió al otro lado de la reja, un tanto impaciente, y como si eso fuera combustible suficiente la vampira prosiguió su relato.

-Si –dijo hacia José Luis- Mi madre encontraría pareja, eventualmente… -señaló de forma explicativa- Desde que mi padre muriera  hasta que cumplí diez años, la relación entre mi madre y yo no fue muy buena. No era algo sorprendente, nunca lo había sido, pero con mi padre en medio se disimulaba un poco. Sin él, mi casa era un universo vacío. Yo hacía mis tareas y mi madre se dedicaba a criticarlas. Era un inmortal ciclo de aburrimiento y rutina (claro que, en ese entonces no podía saber exactamente qué significaba inmortal). Cuando cumplí diez mi madre trajo por primera vez un hombre a casa, ella lo había conocido antes, yo lo presentía, pero no estaba segura de cuánto antes. Era el mismo hombre que había traído muerto a mi padre, el mismo que había intentado consolarme inútilmente por la pérdida. También había sido el único hombre en entrar a los aposentos de mis padres aquel día fatídico, para consolar a mi madre. En unos días se hizo claro para mi lo que para ustedes debe ser obvio ahora, mi madre había tenido esa relación desde hacía muchos años, y era permanente. Mi madre sólo había esperado el tiempo suficiente para que no resultara sospechoso, pero ahora que yo lo sabía comenzaba a temer de la implicancia de ese hombre en mi vida, y más importante, en la muerte de mi padre. Rodrigo Fagundez era su nombre, y no era una persona agradable, ni se esmeraba por fingir que lo era. Sé que de todas formas no me habría caído bien, no era mi padre y atraía la poca atención que mi madre solía darme; pero él además era cruel y hacía comentarios desagradables y obscenos hacia mi.

-¿Comentarios obscenos? –preguntó Daniel consternado.

José Luis simplemente se había quedado mirando a Vampyra, intuitivo y expectante.

-Si –suspiró ella, cerrando los ojos con violencia al punto que ambos hombres creyeron que explotarían, así permaneció, durante unos segundos, como si deseara no tener que recordarlo, o quizás no tener algo que recordar- Solía hacer referencias hacia mi desarrollo temprano –explicó abriendo los ojos y señalándose con ellos- Me comparaba con…con seres que más tarde se convertirían en mis cenas –terminó arrastrando las palabras.

Su ira estaba a flor de piel, pero ninguno la juzgó, comprendían eso. José Luis volvió a hacer muecas, no le gustaba a dónde estaba llevando esto….él tenía que cumplir su misión….tenía que.

-También…varias veces lo escuché en mi cuarto, revisando mi ropa…teniendo….quién sabe qué cosas en la cabeza. Lo odiaba tanto como le temía. Pasé casi todo el tiempo de mi pre-adolescencia afuera de casa, en el monte, con Lucas, hasta que él murió y me quedé sola, subida a un árbol, imaginándome que mi vida no era tal y que yo tenía el poder de cambiar el futuro –rió sarcástica- Nunca entendí por qué mi madre no lo notaba, y si lo hacía, por qué no hacía nada, por qué no le molestaba. Estaba completamente sola…pero no por mucho –agregó bajando el tono de su voz- Cuando cumplí doce años, mi madre me obligó a mudarme con ellos a Montevideo, con ella y con Rodrigo. La madre de sus hijos había muerto, eran nueve hermanastros varones, nada a lo que le temiera especialmente, pero no quería tener tanta gente a mi alrededor. De todas formas no eran mucho mejores que su padre, excepto Timoteo…. Él era un buen chico –agregó un tanto insegura, como si reflexionara acerca de algo que siempre tuvo claro, hasta entonces.

-¿Timoteo? –lanzó Daniel al aire, riéndose involuntariamente.


Vampyra lo miró agresivamente como si aquel comentario le hubiera molestado más de la cuenta. Por alguna razón aquel era un tema que era mejor no tocar. José Luis se movió impaciente en su silla, mirando hacia el pasillo, en donde había dejado su única forma de controlar a la vampira. Pero ella lo notó a tiempo como para mandarle una mirada de alerta, José Luis entendió por qué, ella estaba desatándose, no le faltaba mucho para estar libre, y si se mantenía allí sentada era porque quería estarlo. Ella era quien tenía el poder, no él. José Luis bajó su mirada, aceptando su derrota.

-No era un mal chico –aseguró entonces ella dirigiéndose sólo a Daniel- No todos pueden vencer a las mayorías, eso es logro de bichos raros que nadie de hecho acepta en su clan. No es fácil ser una buena persona, Daniel, menos aún si se está rodeado de Mambas Negras –sonrió ella hacia el final, volviendo su mirada hacia José Luis, que fingió no verla.

-¿Qué te hicieron? –preguntó en su lugar, ansioso por obtener una respuesta a su pregunta, respuesta que sólo podía conseguir por medio de preguntas que no le daban la información que quería, sino al contrario, embarullaban su mente y confundían sus ideas.

-No creo que sea útil recordarlo –contestó en cambio ella, logrando captar su atención, que pareció enfocarse en sus ojos, en busca de algún error de comprensión- nada de eso te va a ayudar a matarme, pues los datos que podrían hacerlo están en la única parte sobre la que no puedo recordar, pues estaba virtualmente muerta, confundida, y envenenada por el aroma de la sangre. Se que sucedió en vísperas de Año Nuevo. Comenzaba 1882 y la gente festejaba a su manera afuera de sus casas, mientras yo, adentro vivía el infierno en carne propia. Escapé de mi casa ya muerta, lo sabía, estaba sangrando demasiado y mi cabeza ya no podía sostenerse a sí misma. No sé cómo, ni cuándo llegué a allí. Sólo vi como las sombras se volvían más oscuras y la felicidad más pobre, aunque quizá por eso, más grandiosa. Pero dentro de mí había tan sólo fuego, no había espacio de pensamiento, sólo un calor calcinante y un ardor más fuerte que el dolor externo y que aclamaba por agua con urgencia. Entonces caí frente a esa puerta, al lado de aquel pequeño. Sangré a mares, ahora sin reparos, y pude ver como mi esencia se perdía entre mis piernas y mis manos que inertes se habían quedado semi-cerradas en un puño de agonía. Aún logro ver mi mirada endurecerse y perder la luz interna, ya no estaba en el suelo, sino frente a mi viéndome apagarme lentamente. Pero a eso no le sucedió la paz que muchos proclaman, recuerdo movimiento y turbulencia. Aún creo sentir su aguijón ponzoñoso y su negativa rotunda. Su risa aún se desata frente a mi para recordarme por qué me ha elegido… Pero aunque en ese momento supe que ya no era yo, nada me prepararía para despertar la noche siguiente.

Vampyra pausó su historia y los hombres continuaron en la misma posición, tratando de asimilar todo a la vez que esperaban con ansias la continuación del relato. Pero ella no parecía tan positiva, no deseaba recordar, y sin embargo, debía hacerlo… por ella misma. Suspiró, un acto humano que sorprendió a los otros dos en aquel silencio.

-¿Cómo fue? –susurró Daniel desde el costado.

Vampyra simplemente lo observó, tratando de comprender la impaciencia humana. Ella sabía que de todas formas aquella historia no iba a servir de nada…aunque en el fondo esperaba estar equivocada.

-Fue… -respiró con fuerza- inexplicable… Sentí un poder inmenso y una fuerza titánica, nada parecido a ninguna cosa que hubiera sentido antes. Me sentía el ser supremo del Mundo, o quizás del Universo. Cualquier cosa parecía alcanzable… Al menos así era, hasta que se cruzó el primer humano frente a mi.

-¿Qué sucedió? –preguntó con inocencia Daniel.

José Luis lo miró enojado por su idiotez, Vampyra simplemente sonrió.

-Me lo comí –respondió sin más- Su olor fue tan poderoso que alejó de mi cualquier otro pensamiento. Ya no era poderosa, simplemente me gobernaba el hambre, y ante ella respondía. Nunca tampoco, me había sentido tan hambrienta., podría haber comido cualquier cosa, pero un humano era lo único que me atraía entonces. No sentí siquiera a mi primer presa, un alivio traspasó mi ser, pero no recuerdo si era mujer u hombre, joven o anciano. Pudo haber sido cualquiera. La caza del segundo humano fue más consciente, recuerdo perseguirlo, saborear su olor y retener su cuerpo en mis brazos. Recuerdo cuando cayó, pues entonces la claridad volvió a invadir mi mente, e inmediatamente corrí hacia mi casa. No necesitaba saber el camino, sentí el olor de mi madre de lejos, no entendí cómo supe que era ella, aunque pudiera ser que mi nuevo olfato me permitiese notar que olía increíblemente a mi. Quizás aquello era lo único en lo que nos parecíamos…. Entré con sigilo y encontré lo que sabía que encontraría….

-¿Qué? –preguntó nuevamente el chico.

-Nada –contestó- Absolutamente nada había cambiado, mi madre dormía con el monstruo que me asesinó y también lo hacía su prole. Pero ahora yo era el mayor monstruo, yo tenía el poder de controlarlos. No duró mucho. Con mi nueva fuerza elevé a mi padrastro en el aire y lo encerré en mi habitación, cuatro segundos después, todos los demás Fagundez estaban allí.

-¿Qué les hiciste? –intervino José Luis.

-Los maté –aseguró con la simpleza de quien da cuenta del estado del tiempo- uno a uno, del más pequeño al más grande, a cada uno de forma más dolorosa. Dejé a Rodrigo para el final, tras ver torturados y desangrados a sus hijos, tuve el placer de matarlo a él…muy lentamente.


Daniel había quedado horrorizado, al punto en que necesitó mirar hacia otro lado. Le era imposible mirar a Vampyra en ese momento, no sólo por lo que había escuchado, sino también porque su cara se había transformado, para volver a ser igual de vampírica que la primera vez que la vio, llenándose del placer macabro que aquella historia le estaba produciendo. Tan sólo parecía faltar que se relamiera en el recuerdo de la sangre. Pero Vampyra no necesitó eso, ya que sus ojos, ahora completamente negros mostraban con claridad que aún en imágenes perdidas, la sangre podía controlarla.

-Tu madre… -señaló sin embargo José Luis, que pese a sentir desagrado mantenía su mente lo suficientemente firme.

Vampyra lo miró con aquellos ojos dilatados que no parecían normales. Sonrió, cubierta de otro tipo de placer, del tipo que muy pocos llegan a comprender, y los que lo hacen suelen estar o bien locos o bien desquiciados.

-También la maté –sonrió más abiertamente- Pero fui más compasiva…le partí el cuello.


El silencio se propagó entonces y cada cual liberó sus pensamientos hacia algún rincón de olvido. Vampyra decidió calmar sus ímpetus, no era algo que quisiera hacer, pero sabía que debía hacerlo… aunque no comprendía bien por qué. No era como si le debiera algo. José Luis tomaba notas mentales, y borraba imágenes que se formulaban en su mente, en razón de las palabras gráficas que el tono rasposo que la vampira había utilizado, incrementaba el pánico. Daniel por su parte no pensaba, o mejor dicho pensaba demasiado, y trataba de borrar cada uno de esos pensamientos. Sólo una vez su mirada se chocó con la del ser antinatural, y sólo ese segundo le bastó para que su corazón se detuviera, al menos por lo que duró el intercambio. Vampyra parecía sentirse culpable, aunque no podía ser el caso….acababa de demostrar que matar le producía placer, por qué habría de sentirse mal por torturarlo con sus palabras de matanza.

Pero alguien debía terminar aquel silencio infernal, pues cada uno se había encerrado tan al fondo de su mente que les resultaba insoportable habitar el mundo. Daniel fue el primero, quizás porque ya no soportaba el dolor de las imágenes.

-¿Y luego?

-Y luego nada –contestó ella- Simplemente me vi arrastrada a seguir mi naturaleza. Al salir de mi casa, ensangrentada y aún chorreando de mi boca la sangre de mi segunda víctima, algunos vecinos me vieron. Nadie podía creerlo, y paralizados en sus lugares se dedicaron a mirarme, mientras programaban sus mentes para olvidarlo. Yo les sonreí y seguí mi camino, de regreso a mi tumba. Estaba amaneciendo y por alguna razón eso le molestaba a mi organismo. Debí apurarme. Sentía la urgencia de llegar, pero cuando lo hice el temor se hizo más grande. La tumba estaba intacta…yo no podía entrar. El sol comenzaba a salir y mi cuerpo sufría…nuevamente.

-¿Qué pasó? –Daniel se había agarrado a las rejas, en su afán por estar más cerca de su interlocutora, José Luis lo miró reprobando su actitud.

-Cuando el dolor se hizo insoportable, desaparecí.

-¿¿Cómo?? –ahora era José Luis quien parecía alterado.

-Desaparecí –repitió ella, aparentemente siendo incapaz de dar una mejor respuesta- No sé cómo, ni exactamente qué hice, sólo sé que volví a despertarme a la noche, la tumba seguía intacta y no tenía idea de qué había pasado durante el día.

-¿Pero qué pasó durante ese tiempo? ¿Dónde estabas? –insistió José Luis.

-Asumo que en la tumba…muerta, o algo parecido.

-Pero entonces…

-¿Cómo estaba intacta? Creo que eso es parte de la magia del vampiro, las opciones son que me haya materializado, o que me haya convertido en niebla. Es más probable que sea lo primero, ya que es algo que puedo hacer consciente ahora mismo.


La habitación volvió a acallarse. Vampyra no forzó el silencio y se mantuvo mirando a José Luis, quien era el único que había capturado aquel mensaje. Pero si Vampyra podía escapar, ¿por qué se permitía estar allí? Para José Luis no había una explicación coherente, pero la última vez ella le había insinuado que ya poseía las respuesta, ¿era posible que toda la información que le daba ahora fuera inservible? Según los libros que le había dejado su padre necesitaba saberlo, sólo mediante los detalles podía saber qué tipo de tumba reconstruir y cómo atraerla a ella. Pero los libros podían estar equivocados…quizá por eso era que su hermano estaba muerto. Quizás eso era lo que le alertaba Vampyra, pero de todas formas… ¿por qué lo hacía?

-Aún no entiendo –expresó Daniel ajeno a todo enigma familiar.

-Ni yo –aceptó ella, algo que provocó que ambos hombres la miraran sorprendidos- ¿Qué? ¿O es que acaso ustedes lo saben todo acerca de su humanidad? De todas formas, si me materialicé o no, no es algo esencial para matarme, desaparecer o no del mundo doce horas o menos no debería llamarles la atención. Soy un vampiro ¿acaso eso no es suficiente? A su complicada, sino imposible, tarea de destruirme les vendría bien otros conocimientos.

-¿Cómo te convirtieron? –interrumpió José Luis.

-Ajá, exacto, esa es una muy buena pregunta, a la que lamentablemente sólo puedo dar respuesta difusas, pero me asombra que preguntes, tú deberías saberlo mejor que yo.

Vampyra observó de forma penetrante a José Luis, mientras él se esmeraba en ignorar su mirada nuevamente. Pero inconscientemente, una vez más había llevado su mano al pecho, para tomar entre sus dedos la figura de la Mamba Negra de madera. Pudo enfrentarla entonces y vio que en ella había ahora más interés que juicio, no sentía odio, aunque debería hacerlo. Aquello volvió a dejar al hombre desconcertado. ¿Cuántas veces su mente sería cambiada radicalmente de pensar y sentir? ¿Que lo malo no podía simplemente ser malo?

-Sólo se me dijo lo esencial…No tengo idea de cómo sucedió, pero lo sospecho –admitió él, no había razones para ocultarlo, de todas formas ella ya lo había leído en su cara.

-Yo también –sonrió ella cómplice.

-¿Papá? –llamó Daniel asustado y confundido.

José Luis no enfrentó la mirada suplicante de su hijo, se mantuvo siempre con los ojos bajos y su cara cambió visiblemente hacia la vergüenza.

-Veo que no le has contado todo….-sonrió placenteramente Vampyra.

-¿¡De qué están hablando!? –chilló ya alarmado Daniel.

-La razón por la que tu familia me ha cazado durante años, no es tan sólo porque sean los únicos herederos de aquel conventillo y de su cultura africana ancestral, sino porque además ustedes son la causa de mi existencia.

-¿¡Ehhhh!?

-Así es –sonrió ella- El tatarabuelo de tu padre solía hacer la labores espirituales de su comunidad y fue él el culpable de mi entierro. Ernesto Aranda era su nombre, bueno, su nombre español, no conocí su nombre real, o si siquiera tenía uno. Sólo sé que era un buen hombre, no letrado por supuesto, y que sabía algo de ritos, pero no demasiado. El problema era que los demás sabían aún menos y nadie podía reprocharle nada. Su cultura se había ido perdiendo en el tiempo y tan sólo algunos rasgos permanecían, de esos, Ernesto sabía algunos.

-¿Cómo puede ser culpable? –se defendió Daniel- Él no era mago… ¡La magia no existe!

-Eso es algo obtuso para alguien que conoce a un vampiro –ironizó ella- Él es el culpable, porque fue quién llevó a cabo mi entierro. Fue un buen gesto, no tenían la obligación de ofrecerme ningún rito, pero asumo que como vieron que era joven y notaron mi sufrimiento decidieron que merecía un buen entierro. El problema fue que algo salió mal, asumo que se equivocó en alguna de las palabras que pronunció en lo que creía que era su idioma. Sé que durante el rito se abrió la brecha entre las criaturas oscuras y los mortales porque ellos fueron lo primero que vi, y luego tentaron al guardián del inframundo.

-¿¿¡¡Ehhhh!!?? –ahora los dos hombres se habían petrificado, ¿vampiros?, bien… ¿inframundo?…eso no era algo con lo que se quisieran meter.

-No me pregunten, así le llaman las almas perdidas y así les he oído decir a varios entes, aunque es un nombre que no significa nada. No sé de qué trata ese mundo, me fue negado y me está oculto.

-¿Hablas que luego de que morimos hay algo? –preguntó Daniel.

-No lo sé, no necesariamente, hay almas que salen del cuerpo y desaparecen, probablemente no tienen tiempo a tener consciencia, y como dije, no sé qué hay allí detrás.

-¿Detrás? –la voz asustada del joven fue combinada con un ilógico vistazo a sus espaldas, para luego volver a mirar a la vampira, no sin miedo.

-Detrás, adentro… da igual, “en aquel mundo”.

-¿Quién es el guardián? –inquirió entonces José Luis.

-Alguien a quién no le gusta ser molestado… -la mirada de Vampyra había cambiado, pero era difícil saber qué significaba, lo que fuera, aterrorizaba- ¿Recuerdas cuando llamaste llorando a tu hermana?

Daniel quedó estático mirando a su padre confundido. ¿Su padre pidiendo ayuda a su hermana? ¿Su padre llorando? ¿Qué había pasado?

-En ese momento supiste que debías seguir tu instinto, normalmente intolerante a lo sobrenatural, que debías confiar en quienes nunca creíste…. Pues bien, hazlo nuevamente…Es momento, él quiere conocer al humano que me tiene cautiva, casi tanto como saber por qué me tiene encerrada alguien que no tiene el poder para hacerlo.

José Luis permanecía sin reaccionar, no podía contestar, pero tampoco podía obedecer. Vampyra cortó sus amarras con una facilidad envidiable y se apareció en un parpadeo junto al hombre.

-Llámala –pronunció, pero su voz ya no era ni dulce ni humana, era profunda y tenía cierto eco gélido.

José Luis se apuró a obedecer, y aunque temblaba marcó correctamente el número. Vampyra se apareció entre tanto, frente a los barrotes, donde Daniel miraba paralizado, sin decidir aún qué emoción era la correcta.

-Vete –le grito ella al joven y Daniel no lo pensó dos veces. Pánico, esa era la emoción que buscaba.

El chico corrió sintiendo un aire helado en su espalda y una figura oscura acercándosele. Desde la habitación Vampyra lo miraba fijo, y sus ojos dejaban de ser grises una vez más, para quedarse completamente negros, y su cara se surcó de ríos de veneno, como si su cuerpo se estuviera abriendo y despedazando poco a poco. Allí su padre tartamudeaba algunas palabras: que ya, que ahora, que es tiempo. Daniel no tuvo oportunidad de retractarse. Algo lo empujó a la puerta y ésta se abrió sola. Salió temiendo ser herido, y frente a él encontró a su tía, a quien se abrazó temblando como un pollito y sudando frío.

-Déjame pasar, angelito –le susurró su tía con la misma voz dulce que siempre tenía.

-Pero adentro…allí….

-Lo sé amor, pero debo entrar…

-Ellos no quieren…

-Dudo que me impidan la entrada –sonrió la mujer, aparentemente mirando a la nada.


Daniel, sin comprender, se apartó cuando su tía lo empujó a un lado. La mujer sonrió a la puerta y ésta se abrió para dejarla pasar, y una vez que lo hubo hecho se cerró. Daniel no tuvo tiempo de hacer más nada, corrió hacia su casa para que nadie lo viera llorar y sospechara que algo ocurría adentro.

Por dentro un mar de espectros se arremolinaban contra las rejas impidiendo la vista. Sabrina avanzó a ciegas, hasta toparse con una figura descomunal que le pidió que parase. Ella así lo hizo, y quedó junto a Vampyra que la miraba interesada, con su apariencia deformada.

-¿¡Qué deseas!? –habló Sabrina con claridad y firmeza pese a estar tan envuelta en terror como su sobrino o su hermano, que ya yacía en el suelo, víctima de un golpe poderoso del guardián del inframundo.

-Saber…-contestó la criatura tomando forma humana.


Su voz, masculina, había sido clara, bella, incluso atrayente, pero la mujer sabía que no podía confiar en eso.

-¿Qué quieres saber? –le preguntó, manteniéndose inmutable en apariencia.

Vampyra a su costado miraba a la mujer y al espectro con frenesí, había algo en Sabrina que le caía muy bien, y algo en el guardián que le recordaba al dolor. O quizá era que él la estaba torturando en ese instante, y sentía verdadero dolor. Era difícil decirlo, aquel día de recuerdos le había atraído otros dolores, dolores que nublan lo físico. El guardián la miró fijamente.

-¡Quiere saber por qué me tienen! –gritó la vampira envuelta ahora sí, en un dolor muy real.

-Calla mi criatura –ordenó con aparente calma el ser que ahora se parecía a un hombre vestido de gala. A un hombre gigante vestido de gala.

Su voz se había trasformado también, en algo más lúgubre y ardiente con la que Vampyra parecía sufrir, sin embargo no se rindió a aquel poder. Ella ya había luchado contra eso antes, y esta no sería la primera vez que la vencían.

-Su existencia pertenece a nuestra obra…

-Error… -sentenció el ser- YO decidí que fuera quien es, YO quería que no muriera.

-¿Por qué? ¿Por qué ella? –preguntó Sabrina, tras darle una mirada a la vampira, con su cabeza gacha y su figura infantil envuelta en sufrimiento.

-Simplemente porque si –sonrió el ser, y sus dientes eran más negros aún que su piel, al menos por un instante, tras el cual se volvieron blancos, y menos afilados- Y si ustedes planean detener mi voluntad terminarán sufriendo nuevamente…No hay necesidad de perder otro hermano… ¿o sí?

-¿Cómo sabes…?

-Lo sé todo… ningún muerto escapa a mi, y ningún vivo puede escapar de mi poder. Vampyra es mi esclava, un experimento entre lo vivo y lo muerto, una personificación del temor humano. Su mente creó al vampiro, las palabras de tu antepasado me llamaron a mí, yo junté las ideas y las solté en el mundo. No puedes impedirlo, la misión de Vampyra es matar, y matar deberías dejarla.

-Nos…

-¡BASTA! –gritó el ser, y con su voz aplastante tiró a las do mujeres al suelo- No permitiré más insolencias humanas…Ni de ningún tipo –añadió mirando con furia a la vampira.

El ser se alzó por sobre su anterior altura, y por algún efecto del miedo el techo pareció expandirse hacia arriba. Los espectro que acompañaban al guardián resonaron como risas malignas arremolinándose una y otra vez, hasta que rodearon por completo a los tres condenados. José Luis seguía inconsciente, pero por dentro sentía el frío que le estaban provocando por fuera, y poco a poco su respiración comenzaba a disminuir. Sabrina, totalmente consciente de su asfixia, luchaba en el suelo contra las fuerzas que la oprimían. Sabía que ella podía luchar, pero necesitaba deshacerse de los espectros menores. Vampyra por su lado comenzaba a sentir sed, mucha sed, y ella sabía lo que eso significaba.

-¡NO! –gritó la vampira envuelta en un dolor del pasado, y luchando con la mayor cantidad de fuerzas, se lanzó contra el guardián del inframundo.

Aquella era una acción bastante tonta, pero la alejaba de los humanos, y a la vez atraía a los espectros, que poco a poco dejaban libre a Sabrina. Vampyra fue lanzada hacia donde José Luis estaba, y obligada a permanecer contra la pared, con los ojos fijos en la presa fácil que no quería permitirse probar. La lucha contra su propia naturaleza era lo suficientemente dura, así que deseó que la mujer supiera defenderse sola, no había nada más que ella pudiera hacer, más que aferrarse a la pared con tanta fuerza que las marcas de sus dedos quedaron grabadas sobre ella.

Pero Sabrina ya estaba de pie, y en su dificultad respiratoria había logrado recordar algunas palabras que le habían enseñado. Sin embargo no parecían estar alejando demasiado a los espectros, sino más bien volverlos más locos.

-¡ESO NO! –bufó Vampyra desde el otro lado- NO LA MAGIA QUE TE HACEN CREER QUE ES VERDADERA… ¡TU PROPIA MAGIA! ¡ESA QUE TE OBLIGAN A DEJAR DE LADO!

Sabrina la miró por un instante ¿Cómo sabía ella aquello? Pero no tuvo tiempo de hacer conjeturas, simplemente se concentró e hizo lo que solí hacer desde chica cuando tenía miedo. Y eso sí funcionó, de ella comenzaron a salir rayos de luz blanca, tan poderosa como para ahuyentar a los espectros, e incluso suficiente como para hacer sufrir un poco a Vampyra, que se vio obligada a cerrar sus ojos, cada vez un poco más grises. El guardián observó a la mujer, entre sorprendido y maravillado, y vio como se defendía cada vez que era atacada por un espectro valiente. Sabrina no cedía el paso, pese a haber sido golpeada varias veces, y comenzó a recitar un largo poema en un idioma que sólo los entes del más allá conocían. Los entes y los hechiceros de verdad. No era algo que ella hubiera inventado, de hecho ni siquiera recordaba haberla hablado antes, no comprendía ningún sonido que provenía de su garganta, aunque entendía cada palabra pues ella las pensaba en su propio idioma…o quizás no. Y mientras más espectros huían, más libre se sentía Vampyra, y aunque la sed se volvía real y no provocada, logró levantarse a tiempo para defender a la bruja de un ataque directo del guardián del inframundo. Eso la dejó a ella  incapaz de moverse, paralizada en un dolor insoportable, pero feliz de ser incapaz de asesinar a aquellos humanos. José Luis estaba poco a poco recuperando la consciencia, pero sólo fue capaz de ver a su hermana lanzando una bola de fuego hacia el guardián, que se apartó de la trayectoria y luego por alguna razón, desapareció.

-Sabrina…

-¿Se ha ido? –le preguntó la bruja a la vampira.

-Por ahora –contestó con dificultad.

-¿Por qué? –suspiró Sabrina.

-Me pareció que le agradaste mucho…eso no es bueno.

-Sabrin…

-Ya voy hermanito… -alcanzó a decir antes de desmayarse.


José Luis se despertó sobresaltado. Su cabeza le dolía y tenía grabado el teclado a un costado de ella. Sus brazos estaban cubiertos de yerba, ya que al moverse agitado entre sueños había tirado el mate al suelo. Trató de despabilar sus pensamientos, aún tenía la sensación de estar frente a aquel ser de ultratumba, sensación que quería olvidar para siempre. Pese a que lo único que recordaba era borroso y el resto se lo había contado su hermana, su cuerpo se estremecía de sólo pensar en volver a verlo. Porque sabía que inevitablemente lo vería, más aún ahora.

Miró hacia la pantalla de la computadora y vio el ícono del sistema operativo rebotar contra los bordes de la pantalla, harto ya de sucumbir a los movimientos del teclado. José Luis movió el ratón y la mirada astuta de Vampyra volvió a cruzarse con él. Los videos debieron haber estado repitiéndose durante horas, mientras él dormía. Sabía cuál era aquel día, la primera vez que se había encontrado con el lado pecaminoso de la naturaleza vampírica.

Había entrado ese día con un termo de metal en su mano y la llave en la otra. Vampyra yacía en el suelo, rodeaba de los cadáveres de las Mambas Negras que él le había colocado. Entró sin mucha previsión en la jaula, sabía que ella no lo podía engañar esta vez, ya que estaba en la misma posición que había caído el día anterior cuando el guardián del inframundo la había atacado por última vez. Además se hallaba mordida por las serpientes, aquello era suficiente como para mantenerla paralizada por un tiempo, pero él necesitaba saber más, y para eso debía fortalecerla un poco. La sostuvo entre sus brazos, sabiendo el peligro idiota al que se estaba exponiendo y abrió el termo. Aquello fue suficiente como para que ella abriera los ojos.

-Me traes sangre –preguntó con ironía ella.

Él no dijo nada, la dejó en el suelo con el termo a su lado. Pero antes de que se alejara, Vampyra levantó la mano hacia el hombre con una sonrisa maléfica en la cara.

-No te atrevas –le alertó con una jeringa con veneno pronta en la mano.

Sabía exactamente lo que ella quería, robarle energía vital, eso era lo otro que los vampiros sabían succionar, y si bien no lo mataría…no necesariamente al menos, no tenía ánimos de sacrificar ninguna otra parte de su ser en pos de la salud de una criatura infernal. Vampyra rió y bajó la mano hacia el termo. La olió antes de saborarla.

-¡Es TU sangre! –exclamó genuinamente sorprendida- ¿Qué locura ha corrido por tu mente últimamente?

-Muchas -admitió él- Me importa más saber sobre Tomás.

-¿Tomás? –Vampyra parecía relajada pero mantuvo casi todo el tiempo la vista en la sangre y los labios sobre ella.

-Mi hermano –especificó él.

-No sé nada sobre él.

-¡Tu lo mataste! –le acusó.

-Es cierto…pero no tenía otra opción –se excusó.


José Luis detuvo el video. No era momento de pensar en los muertos, su hijo, eso era lo importante. Se levantó para llamar por trigésima vez al celular de Daniel, pero como las veces anteriores su llamada fue derivada al buzón de voz.

-Daniel…por favor…regresa –dijo esta vez, ya sin tener palabras de arrepentimiento que le sobraran.

Cortó y se dirigió a su computadora, pensaba apagarla, pero en lugar de eso un nuevo video saltó de la nada, sin que él presionara ninguna tecla. Aquello no le llamó tanto la atención, comenzaba a acostumbrarse a sorprenderse, lo que sí le produjo conflicto fue ver la fecha del video: sábado 5 de agosto del 2012; aquel era el día que Vampyra se había escapado, y no recordaba haber grabado nada con la cámara. Pero ahora sabía por qué. En la imagen se veía simplemente una Vampyra tranquila, como siempre en los videos de vigilancia se veía, y su mirada igual que siempre, sólo se turbó tras un ruido proveniente de la puerta entonces fue que ella soltó una sonrisita, justo antes de escupirle a la cámara, y que el lente se desintegrara. Aquello era lo único que podía recobrar de aquel día fatal. No tenía forma de explicar lo que había sucedido adentro de su depósito, y pese a que por un tiempo había podido ocultar aquello de su esposa, dudaba que pudiera hacerlo mucho más, menos ahora que estaban separados…y que no quería otra cosa más que recuperarla, a ella y a sus hijos, de quienes nunca debió dudar. Pero para eso le hacía falta saber tan sólo una cosa, y sabía quién podría contárselo. Se levantó de su asiento, corrió hacia la puerta y salió sin bañarse, sin abrigarse, ni nada, con paso firme y mente abierta….por primera vez, en toda su vida.

8 comentarios:

  1. Está muy bueno y muy interesante este nuevo capítulo. Ya se va profundizando en el turbio pasado de la protagonista, tanto en su forma humana como en el momento de transición y en el "nacer" de Vampyra. Me gusta la mitología que compone al mundo al igual que la participación del nuevo personaje, así como las distintas relaciones que se van armando entre ellos (algunas un tanto inesperadas pero sin duda muy interesantes).
    Estaría bueno que tengas una entrada del blog dedicado a la mitología de la historia, aunque obviamente no revele mucho, que pueda explicarla en rasgos generales, salvo que pienses publicar más capítulos. No sé, es mi idea, tu ves que haces con ella =P
    Por más que se revelen algunos de los misterios, las preguntas siguen apareciendo mientras la historia "saca sus garras" y atrapa al lector.
    Muy bueno =) felicitaciones por escribir algo así =) y eso que faltan muchas de las mejores partes de la novela.

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    1. Holap =P, perdón que responda tarde, recién se me da la elocución suficiente para contestar como es debido. Ya te dije que no tenías por qué comentar todo! pero gracias =) me es de gran ayuda...con respecto a lo de la entrada, creo que no es tiempo aún de mostrar eso, además de que desconozco gran parte de la mitología, pues sabrás, como has leído toda la novela, que en parte es desconocida a los mortales...Ta, si, es trampa porque yo lo creé, pero realmente no sabría qué decir más de lo que loa novela dice...claro está que no todo se dirá en el blog, por lo que quizás sería bueno hacer esa entrada, pero la haré cuando sepa bien qué colocar =)
      Gracias por lo que dices =), no sé si sacará sus garras pero me gusta especialmente el final (sí es medio chupamedias de mí misma, pero tengo derecho pasé trabajo con las escenas de "miedo", deben saber que en la escritura es mucho más difícil sorprender al lector con criaturas de ultratumba, nadie se asusta de lo que no ve...creo, si se asustan mejor! =P)En fin, como sé que no me harás caso...hablaremos en tu siguiente comentario =P...gracias por todo =)

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  2. Me gustó mucho este emprendimiento.
    Me interesa el personaje de Daniel, el de Vampyra es otro que me gusta, pero ta, de por si ella es muy importante para la historia por ser vampiro. Pero Daniel es un niño que aun no es un gran conocedor de ese mundo del que está rodeado. Al menos no conoce tanto como su padre (personaje con el que no me llevo muy bien).
    Me gustaría que el Joselo se muera, y que Daniel vaya aprendiendo acerca del mundo sobrenatural a través de su tía, y de Vampyra. Y que a su vez, los lectores vayamos aprendiendo de la mano de Daniel. También creo que a la historia le vendría muy bien algún romance entre Daniel y Vampyra, con algo más de sensualidad en la narración.
    Pero creo que esta ya es mi historia. Mejor yo escribo la mía, y dejo que la autora escriba la suya. Jajaja.
    Perdón. siempre termino inventándome lo que aun no leí...

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    1. jajaja, me alegra que te haya gustado, y está perfecto que imagines y trates de averiguar lo que viene, lo único que yo puedo decir es: todo a su tiempo... Con respecto a José Luis...bueno, creo que hasta yo lo odio pobre, por lo menos hasta el último capítulo, si es que se le puede perdonar lo que ha hecho en los anteriores, pero creo que (y ese creo debería ir entre comillas, ya que claro está yo lo creé), todo se debe a la confusión descomunal que tiene en el cerebro. Igual no te creas, José Luis no sabe tanto, de hecho nadie sabe tanto, todos tienen su propio conocimiento de las cosas...ya vendrán tiempos en que sepan más. De todas formas, matarlo así como así...jajaja, veremos...como dije, todo a su tiempo...

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  3. Por lo que he leído de este libro esta buenísimo,cada vez me gusta mas,ahora me quede con la intriga de como sigue :) espero pronto sea publicado así puedo terminar de leerlo jejeje

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    1. =D Muchas gracias Rosana!!! me alegra que te guste!!!! Esperemos que sí, que se publique pronto, en cuanto salga mando alguna copia para allá jajajaj =) muchas gracias por comentar!!!! =)

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  4. Muy bueno ^^
    me va gustando... jaja tendré q comprarlo
    mucha suerte!!

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Por favor dejen un comentario, así me ayudan a mejorar, y a cumplir mi sueño de publicar la novela...muchas gracias =)